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EL HUNDIMIENTO DEL TERCER DEPÓSITO: LA TRAGEDIA QUE SACUDIÓ MADRID EL 8 DE ABRIL DE 1905

Durante su construcción, el derrumbe de una de las cubiertas causó la muerte de 29 obreros y dejó más de 60 heridos


El Tercer Depósito sigue hoy almacenando el agua que beben varios barrios de la capital

La jornada del 8 de abril de 1905 amaneció en Madrid con una de las cubiertas del Tercer Depósito reducida a escombros. Poco después de las siete de la mañana, la estructura de hormigón se había venido abajo, sepultando consigo a decenas de trabajadores: murieron 29 obreros y más de 60 resultaron heridos. La catástrofe sobresaltó la ciudad y no tardó en ocupar las páginas de las principales cabeceras de la época. El ingeniero encargado del proyecto, José Eugenio Ribera, y varios de sus compañeros fueron acusados de negligencia. En las calles, la ira se generalizó y pronto empezaron a dispararse las acusaciones.

La construcción del Tercer Depósito era uno de los proyectos destacados de finales del siglo XIX en Madrid. Con él, se preveía paliar un déficit en el almacenamiento del agua con la que abastecía a la ciudad. Descontando la capacidad de los dos depósitos existentes y sabiendo que el primero de ellos tenía pérdidas, se hizo necesario contar con uno nuevo que fuera capaz de almacenar unos 450.000 metros cúbicos. Estos cálculos significaban que el nuevo depósito se convertiría en el de mayor volumen de toda Europa.

Proyectado para situarse en la zona de Islas Filipinas, el Tercer Depósito iba a estar formado por cuatro compartimentos de grandes dimensiones (más de 300 metros de largo y más de 200 de ancho). Para su construcción, Ribera planteó una estructura audaz que muchos tildaron de arriesgada: su idea era emplear una cubierta de hormigón armado, un material hasta entonces inédito en España en una obra de ese calibre.

LA NOVEDAD DEL HORMIGÓN ARMADO

Como material novedoso en la construcción, el uso de hormigón armado aglutinaba alabanzas a la par que incertidumbre, pues todavía no existían teorías matemáticas sólidas que explicasen su comportamiento. Cada constructor manejaba sus propios números al respecto. Ribera, que ya lo había usado en la edificación de varios puentes, había desarrollado y patentado su propio sistema. No obstante, las obras del Tercer Depósito implicaban otra serie de condicionantes.

Los trabajos fueron arduos desde el inicio y los constructores tuvieron que sobreponerse a un buen puñado de obstáculos, como por ejemplo la existencia de antiguos viajes de agua que discurrían bajo la solera del depósito. Pese a ello, las obras avanzaban entre gran expectación, especialmente las de la imponente cubierta. Y entonces, en la mañana de ese sábado de abril se produjo la catástrofe.

  

Las grandes diferencias de temperatura habían provocado la dilatación del hormigón por efecto térmico. Y con ello, el colapso y derrumbamiento de la cubierta. Desgraciadamente, en aquel entonces se desconocía el comportamiento de ese nuevo material frente al calor. 

A raíz del accidente, Ribera y otros compañeros fueron encausados por negligencia. El proceso judicial, que Ribera calificó de «angustioso y de calvario abrumador» (según expuso en la Revista de Obras Públicas años más tarde), acabó resolviéndose a favor del ingeniero, que resultó exonerado. En su tenaz defensa participaron activamente dos ilustres de la época: Melquíades Álvarez y José Echegaray.

REPLANTAMIENTO Y CONSOLIDACIÓN 

Casi una década después del hundimiento, en 1914 fue aprobado un nuevo proyecto que replanteaba la construcción del depósito. Bajo la dirección de Francisco Parrella, la cubierta y los pilares fueron finalmente construidos en ladrillo. En 1916 se dieron por concluidas las obras y pudieron hacerse las primeras pruebas de llenado de los cuatro compartimentos. La infraestructura entró en servicio en noviembre de ese mismo año. En su reconstrucción se invirtieron 21 meses y 5 millones de pesetas.

Finalmente, las dimensiones del nuevo depósito fueron de 355 × 216 metros, y su capacidad útil de 463.500 metros cúbicos, unas condiciones que se mantienen en la actualidad. De hecho, aunque a lo largo de los años se ha sometido a rehabilitaciones e intervenciones para reforzarlo, hoy el Tercer Depósito sigue almacenando el agua que beben muchos barrios del centro y sur de Madrid.

 



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